Sobre su orientador
Ana Cristina Vela
No recuerdo cómo era mi vida antes de Kumon y no lo digo en sentido figurado; realmente no lo recuerdo porque empecé a trabajar el método a los 3 años. Mi mamá abrió el primer centro Kumon en el país cuando mi hermana y yo éramos bebés. Mi infancia está llena de recuerdos en el centro, no sólo en momentos de clase cuando hacíamos sets, sino en la recepción, en la oficina, cualquier día de la semana. En mi casa, trabajar un set diario no era una opción, sino una obligación; algo que resulta ser muy difícil de entender cuando eres niño o preadolescente en secundaria.
Mis hermanos y yo estábamos en cuadro de honor, íbamos a todas las ceremonias, sacábamos premios en la escuela. No entendíamos por qué teníamos que seguir trabajando Kumon haciendo tareas extra de matemáticas cuando ya éramos alumnos distinguidos. Creo que hubiera sido imposible entender a esa edad la visión que tenía mi mamá para nuestro futuro. Necesitábamos becas para ir a las mejores prepas y universidades, era indispensable esa ventaja competitiva sobre los demás que solo nos daría el dominio de los niveles más avanzados de Kumon.
Eventualmente llegó el día en que entré a la prepa, con beca del 90%, y cursé las materias de precálculo y cálculo. Pude apreciar la diferencia abismal entre mis compañeros y yo; mientras muchos sufrían por pasar, yo podía dedicar mi tiempo a otras actividades extraescolares como el teatro, la música y la escritura creativa. Tenía tiempo para salir con mis amigos y disfrutar sin las preocupaciones de deber pasar exámenes; es más, la mayoría de los exámenes los exentaba. En mi tiempo libre también podía dar asesorías de matemáticas y otras materias a compañeros que batallaban. Empecé a trabajar dando clases y disfruté darme cuenta de que me gustaba apoyar a los demás, ver cómo entendían mis explicaciones fácil y rápido, cuando llevan un semestre sin entenderle al profesor.
Pude valorar que todo esto lo lograba gracias a Kumon, apreciar el esfuerzo de años y la visión de mi mamá. Logré estudiar la carrera que quería, Licenciatura en Letras en la Universidad de Monterrey, con el máximo de beca. Concluí el método Kumon de Matemáticas en 2018, pero seguía trabajando por las tardes como asistente en el Kumon de mi mamá, ahora feliz de estar allí y transmitir mis conocimientos a nuevos alumnos. Sin embargo, las matemáticas no eran todo para mí, mi pasión era la escritura y los idiomas. Dejé el centro Kumon para trabajar en mi campo y estudiar becada una maestría en la Universitá Cattolica de Milán, Italia en Literatura e Idiomas. A pesar de que ahora creía firmemente en el método Kumon gracias a todas las puertas que me abrió, pensé que ya nunca volvería a un centro.
En las últimas semanas de mi tesis de maestría, justo cuando me encontraba en el dilema de qué camino profesional seguiría, recibí una llamada de mi mamá en Monterrey, “Ya llegó el programa de lectura para México. Quiero que lo conozcas, te va a encantar”. Inmediatamente despertó mi curiosidad: si Kumon en México ahora tenía lectura, se volvería un programa completo. Aún sin conocer el material, veía posibilidades ilimitadas para los alumnos que llevaran ambas materias. Volví a casa y volví al Kumon, a trabajar este nuevo programa y rápido me enamoré de sus materiales y biblioteca. Como asistente de lectura en el centro de mi mamá, sentí que no solo podía enseñar a alumnos a leer y escribir, sino a amar la lectura desde los primeros niveles.
Estaba tan feliz de los resultados que veía en los alumnos, que cuando supe que una colega de mi mamá pondría en venta su centro al retirarse, pedí informes al momento. El método se transformaba ante mis ojos y me invitaba a asumir el reto de un centro propio. En julio del 2018 comencé como Orientadora del Centro Kumon Mitras. Pronto, el equipo de trabajo adoptó la nueva visión que tenía para el centro y comenzó el crecimiento tanto en Lectura como en Matemáticas. En octubre 2019 llegó el programa de inglés, otra materia que me apasionaba desde pequeña y que no tardamos en implementar con éxito en el centro.
En el 2020, debido al cierre de clases presenciales por la pandemia global, tuvimos que cambiar por completo nuestras rutinas de trabajo y adaptarlas a las clases virtuales, en videollamada. A los pocos meses, diseñamos en equipo el modelo ideal del centro virtual en Zoom, un modelo que nos permitiría desarrollar al máximo los objetivos de cada materia con el alumno. Hoy en día trabajamos tanto la modalidad presencial como en línea, lo que nos ha permitido llegar a alumnos que antes no podían asistir al centro. Los nuevos retos sólo han incrementado mi fe en el método.
Al ver los logros de mis alumnos y del equipo de trabajo en estos tiempos me queda claro que volver a Kumon, ahora como Orientadora, fue la mejor decisión que pude haber tomado. Sin embargo, siempre tengo presente esa imagen de la alumna renuente que fui. Representa esa experiencia que me permite formar un vínculo con mis alumnos cuando se sienten frustrados o desmotivados. Les comparto esta historia para que sepan que los logros que verán a futuro harán que todo este esfuerzo de hoy valdrá la pena. La filosofía de Kumon ha moldeado la persona que soy hoy y estoy segura de que, a largo plazo, logrará lo mismo en mis alumnos. Mientras tanto, seguiremos trabajando diario, de un set a la vez, en Matemáticas, Lectura e inglés.